Te amé
con la complicidad
que otorga el silencio,
con la seguridad de lo inalcanzable,
con esa ceguera
que camina a tientas
buscando una luz,
una luz invariable
que se va muriendo
con cada mirada
que distante se pierde.
Te amé
en la cercanía
de mis pensamientos
y, entrados los años,
con miedo a perderte
sin ser tú de nadie.
Te amé
con la inocencia
de un niño a su madre,
con la lealtad de un perro viejo,
con todas mis luces
y todas mis sombras.
Te amé
en mis rondas
de noche estrellada,
en tardes de lluvia,
en soleadas mañanas,
y, así, en tantos versos
que no puedo acordarme.
Te amé
como nunca soñaste
que alguien llegara
a poder amarte.