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¡Ya quisieras tú haber recorrido con tus ojos
tan solo un ápice de aquellos parajes corpóreos
que los míos han recorrido!
¡Ya quisieras tú guardar en tu recuerdo
esos amontonados olores que mi olfato ha recogido
en tantos cuerpos exudantes de deseo!
¡Ya quisieras tú en tus oídos conservar tantos húmedos susurros
como los que en los míos ha dejado cada amante.
Como los que yo conservo!
¡Ya quisieras tú guardar en tus dedos las distancias largas
que me recuerdan los míos, esas formas y huellas de tantos cuerpos
que han sido cuerpo en mi cuerpo!
¡Ya quisieras tú que tu lengua te hablara de tantos sabores
como aquellos de los que me habla la mía al recordar todas las tibias humedades y duras turgencias,
como las que ha recorrido la lengua mía!
¡Ya lo quisieras!
Pero como no puedes ufanarte de tus profusos y mundanales recuerdos,
sólo te queda censurarme ante aquello que,
apeteciéndote,
no haces por recato.