Tu promesa fue amarme, nunca golpearme,
tocar mi alma con caricias, no maltratarme,
el amor debía nacer, fluir, no ser un decreto;
prometiste no maldecir nunca en mi nombre,
no sólo por llevar pantalones serías hombre
y no tendría cabida la ausencia del respeto.
Siempre creí que tus “te amo” eran infinitos,
en mi imagen de ti jamás incluía los gritos
y tampoco me planteaba ver odio en tu mirar.
Mi necesidad de amor y respeto era inmensa,
por amarte no esperaba a cambio tu ofensa
y que ahora me resultara tan difícil perdonar.
Dime algo… ¿los hijos tan poco te importan?
Al fin y al cabo, ellos callados nos soportan
pero sé que sufren por escucharnos peleando.
A ellos nada les interesa cuál sea el motivo,
sólo entienden que un amor que estaba vivo
furiosos a gritos y golpes lo estamos matando.
No es competencia por ver quién ama más,
es no saber de convivencia, ignorar la paz
olvidar por momentos que ambos somos adultos.
Es que haya humillación por razones que no sé,
es ver con dolor que la persona que un día amé,
sólo tiene para mí violencia, golpes, insultos.
Es notar que en el hogar el respeto se ha perdido,
que sólo por ser mujer al parecer ya he perdido
todos los derechos a ser tratada con dignidad…
Tengo ahora el alma llena de muchas cicatrices,
por escuchar a gritos todo lo que ahora me dices
para hacerme ver que aquí, sólo vale tu verdad.
Se ha perdido el respeto, toda la consideración,
ahora ya no importa quién tenga o no la razón
y la realidad que antes era alegre, hoy es triste.
Es doloroso y en modo alguno lo podría negar,
que hoy golpes sea lo único que me puedes dar
cuando fueron tus besos los que me prometiste.
Poema totalmente original de Álvaro Márquez
Nacido en Caracas, Venezuela
Todos los derechos reservados
Publicado el 28/9/2014
Imagen: De Google