Dedicado a: Enmanuel Avilés.
En una tarde gris, triste y melancólica, amigo mío, desearía poder expresar mis más débiles sentimientos y poder contarte la historia de mis amigos bohemios inseparables.
Esto, mi querido amigo, sucedió en una noche áspera y lluviosa.
Erase cuatro amigos reunidos juntos en la mesa de un bar que estaba ubicado en un muy lindo pueblo. Ellos se saludaron y platicaron igual que siempre cada semana lo hacían.
Al paso del tiempo igual iban pasando las conversaciones al punto en que uno de ellos levantó su copa y dijo:
-Brindo porque Dios me ama y me ha amado; y estoy seguro de que él seguirá amándome al igual que siempre me ha amado.-
Se sentó con la mirada perdida, todos lo quedaban mirando hasta que otro amigo se puso de pies. Todos voltearon a ver y él dijo:
-Discúlpenme si les falto el respeto al yo tomar la palabra, pues yo también quiero brindar porque Dios conmigo también ha sido bueno. Él me ha perdonado todos los errores que yo he cometido en lo que ha sido de mi vida, y me ha ayudado a salir adelante.-
A lo que se sentó, todos le sonrieron de una manera tímida y triste.
Hubo silencio prolongado y las miradas apenadas eran hacia abajo viendo sus copas.
Se puso de pies un tercero de los cuatro amigos. Tomó su copa y se dirigió hacia sus amigos diciendo:
-Brindo, dándole gracias a Dios, porque a pesar de haber nacido distinto al resto soy igual a todos ustedes.-
Al tomar su asiento, los amigos le quedaron viendo y le dijeron:
-Te agradecemos mucho por tu buena amistad, por tu cariño hacia nosotros y decir que somos iguales… pues ha sido la verdad.-
A lo que todos sonríen, el cuarto amigo tomó posesión de la palabra, poniéndose de pies expresó:
-Yo brindo, mis ilustres amigos, brindo porque agradezco tanto a Dios por tener amigos como ustedes, pues son solo ustedes los únicos amigos a quienes tengo en ésta vida después de Dios. Brindo también, porque han sido ustedes quienes me han ayudado a ser lo que soy… brindo al igual que ustedes, porque Dios se ha apiadado de mi y él me ha perdonado por todo lo malo que he hecho en mi vida, y no tan solo quiero brindar en esta ocasión, sino que, también quiero a ustedes pedirles las más sinceras disculpas y que me perdonen por cuantas veces yo les fallé a ustedes a pesar de que ustedes me brindaban sus ayudas.
Discúlpenme ustedes, por favor, por todas las veces en que yo les causé tristeza, angustia, sufrimiento y dolor. Discúlpenme por ser el causante de noches tristes en las mujeres, ancianos y niños; por haber sido tan cruel y despiadado con todos; por faltarles el respeto las veces que lo hice y por no haberlos sabido valorar.-
Con muchas lágrimas, el cuarto amigo, se sentó, sus amigos se acercaron a él y le dieron un fuerte abrazo diciéndole:
-Amigo mío, amigo nuestro, no llores más, porque también nosotros lloraremos contigo. No queremos estar más tristes pues cuando nosotros estamos tristes es porque también estas triste tú.-
Esa noche, todos ellos, tristemente lloraron para poder estar feliz como si se tratase de uno solo.
Cerca de la mesa donde estaban esos cuatro amigos, en la barra, se encontraba un triste y bohemio poeta.
Uno de los cuatro amigos se dirigió a él y le preguntó:
-¡Hey amigo! Disculpe usted. Por qué está usted llorando y muy triste?-
El poeta le respondió:
-No se preocupe usted buen amigo, lloro de nostalgia y estoy triste, triste por lo que me ha pasado en la vida.
El amigo que se dirigió al poeta, quedó un poco asombrado y le dijo al poeta que si deseaba, por favor, acompañarle con sus otros amigos a la mesa donde ellos estaban reunidos. El triste poeta aceptó acompañarles y ambos tomaron asiento junto con los demás.
Al llegar a la mesa le brindaron un asiento. Los cuatro amigos estaban muy curiosos, le quedaban viendo y uno de ellos le preguntó:
-Amigo, mucho gusto en conocerle. A que se dedica usted?-
El poeta, acariciando su copa bohemia le respondió:
-Gusto y placer es el mío, mi estimado, al estar acompañándoles. Vea usted, yo no me dedico a nada más que escribir, soy a lo que las personas llaman “Poeta”.-
Todos le admiraron, asombrados, otro amigo le preguntó:
-Discúlpeme usted por favor. Es usted poeta?-
-Así es, ilustre amigo, soy poeta.-
-Es usted de por aquí?-
-No, no mi estimado. Yo soy extranjero.-
Todos los amigos no salían de su asombro y aun seguían curiosos de él. El amigo que lo invitó a acompañarles levantó su mano y le dijo al poeta:
-Amigo nuestro, buen poeta, antes de acompañarnos a la mesa me dijiste que estás triste. Nos gustaría saber y podrías decirnos. Cuál es el motivo de tu tristeza? O que es lo que te causa tristeza?-
El poeta bien abrumado seguía acariciando su copa, bohemio, sus ojos entristecidos estaban llenos de lágrimas y respondió:
-Vean, buenos amigos, el motivo de mi tristeza son mis sentimientos y mi familia es lo que me causa tristeza.-
Todos se extrañaron y otro amigo preguntó:
-Tiene usted, buen poeta, familia por acá?-
El poeta le respondió:
-No amigo, yo aquí no tengo ningún tipo de familiar y de mi familia no volví a saber nada.-
En la mesa, en ese momento, todos enmudecieron asombrados sin poder creerlo, todos le preguntaron:
-Y eso a que se debe? Discúlpenos, usted poeta, nuestra insistencia.-
El poeta les respondió:
-No se han de preocupar, amigos.
La familia que tuve no siempre la tuve, y ellos me tuvieron solo cuando yo aun no tenía en mí el sentido de la razón.
Yo soy de una familia real y de la realeza ya ni el apellido conservo. Nací siendo príncipe y al ir creciendo fui convirtiéndome en esclavo.
Y siendo esclavo me enamoré de una princesa a la cual quise conquistar, pero fui rechazado por el hecho de ser esclavo.
Seguí estando enamorado de esa noble princesa, estando tan lejos aun la recuerdo y recordándola siento poder estar a su lado. A mi familia yo casi no la recuerdo, pues ellos siempre me negaron y me pisotearon; fui mal tratado y humillado ante todos, y siempre lloré pues nunca supe lo que es la juventud.
Y saben por qué lloro? Amigos míos. Lloro porque a mi familia yo siempre la quise pero ellos siempre me aborrecieron y me negaron. Al igual o más, yo quise tanto a una mujer, y me enamoré de ella. Ahora sufro y lloro por haber sufrido y por haberme enamorado de una princesa que jamás existió.-
Esa noche fue una noche para siempre recordar. Entre lágrimas y tristezas; bohemia y melancolía el poeta terminó exaltando:
-Amigos, brindo en ésta noche, pues ha sido una noche muy especial. Nos hemos conocido y nos hemos visto llorar, pues es imposible retener nuestros sentimientos, y, por ende, nuestras lágrimas recorren nuestras mejías.-
En una tarde gris, triste y melancólica, amigo mío, quisiera poder contarte la historia de éstos peculiares amigos, mas no volví a saber nada de ellos desde esa noche en que los vi charlar. Te lo quise contar, pues yo estuve presente esa noche de melancolía.
Ricardo Manzanarez (Nicaragüense)