Quizás cuando ese momento, tan anhelado y temido por los amorosos,
se pierda profundamente en la inmensidad del puñado de arena de Cronos.
Quizás justamente ahí, en ese parpadeante suspiro, puedas verme a los ojos,
puedas escucharme en silencio y aferrarte a tan poco, a tan nada que es mi alma.
Sé muy bien que por más que grite y patalee mi cuerpo expresa quietud.
Por más que busque desesperadamente el calor que tu abrazo una vez dejo,
no podré ver más que el desierto que nos dejó este desencuentro.
Oh! Dulce invierno mío, vuelve que mi piel se derrite. ¡Cual paradoja hoy me condena!
Quizás cuando el tiempo se termine, si, cuando por fin termine de correr,
y nos deje estáticos, nos sepulcre entre hielos invisibles y nos abandone para siempre.
Qué triste imaginarnos ahí tirados, ¡A TODOS TIRADOS! Nadie mueve ni un dedo.
Las pequeñas distancias serán eternas y ni los más enamorados volverán a tocarse.
Quizás ahí las posibilidades me permitan olvidarte. O peor aún, la misma paradoja
que nos tiene perdidos en la distancia nos junte de una vez por todas… estáticos…lejos…
Lemos Maximiliano Daniel
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