Es extraño ver cuando se cruzan
los pensamientos de dos amantes,
pasos sin rumbo de caminantes,
verso del escritor y su musa.
Hay veces en las que no se cruzan,
y simplemente se sincronizan.
Malditas, malditas esas veces...
Son malditas porque duelen, hieren,
porque cual raíces -troncos viejos-
se atan, se entrelazan, envejecen;
porque así destruyen los espejos,
los cimientos y las esperanzas.
Esta tarde se sincronizaron
tus latidos, tu temblor, el mío,
y hasta el aire que respirábamos
fue cruelmente el mismo aliento.
Malditas, malditas esas veces...
Malditas por llenar la esperanza
de sueños e imposibles.
Por eso odio las sincronías.
Diego Ramírez Martínez