Cuando en las noches calientes
de esta otra patria mía,
escribo estos ardientes
versos de mi poesía,
en que mi alma se expresa
cual amarga letanía,
entre arpas y guitarras,
por toda su geografía;
con expresión paraguaya,
de una América Latina;
rasgándose una argentina,
añorada, herencia gaucha...
¡mi alma late en carne viva!
No es en realidad que cante,
no es que escriba poesía,
no es que componga versos,
sólo es que añoro unos besos
de una mujer perdida,
sólo es que esta vida mía
declara, en todo esto:
la angustia de su agonía,
la soledad, la esperanza,
la tristeza, la apatía
en que castigada vive
¡entre dudas y teorías!
Y no es que alguna musa
venga a inspirarme,
y no es que alguna herencia
me obligue desde la sangre;
no soy poeta de raza,
sino sólo un hombre que usa
algo que alguien le alcanza
(tal vez Dios, ¿quién lo sabrá?),
pero bien sabe, le pasa
¡como medio de sacar
lo que de su interior rebasa!
¿Le llaman poesía a esto,
les agrada el escucharla?,
pues: ¡Gracias por recibirla,
y vuelvo a darle las gracias!
aunque me toque sufrirla,
aunque me duela engendrarla.
Si con ello pago algo
de lo que debo a este pueblo
¡lleno de amigos y hermanos!:
seguiré escribiendo versos,
¡seguiré haciendo lo que hago!
Seguiré ocupando el tiempo
con el lápiz en la mano,
con los ojos en el cielo
y con los pies arrastrando,
sintiendo bien este suelo,
¡pedazo americano!;
la mano abierta al amigo,
y el corazón al hermano,
amando al Paraguay,
llorando a mi Argentina;
y rogándole a Dios...
¡que a mis dos patrias bendiga!
...Seguiré escribiendo versos,
seguiré haciendo poesía,
cantaré mi letanía,
hasta que secos mis huesos
caigan por tierra, vencidos,
por la suerte que me espera;
...de donde espero que un día,
una trompeta del cielo:
¡me despierte a otra vida
que merezca ser vivida,
sea en Paraguay... o Argentina!