Es de todos conocida su presencia,
pues se le ve arrogante, severa,
camina por las calles como cualquiera,
siempre su gesto es de alegría carencia.
Erguida siempre, manifestando su altivez,
la dama de cabello lacio, negro...largo,
transita sola siempre; sin embargo,
de su cansino rostro resalta su palidez.
Pesada medalla cuelga junto al corpiño
que de nitidez blanquecina disfruta,
descascara con sus manos una fruta,
que solícita e inclinándose, da a un niño.
Ella camina, camina y no se entretiene
no se le ve que a nadie salude,
de las personas, su presencia elude
y hasta llegar al panteón se detiene.
Traspasa la puerta del incoloro muro
y hacia las tumbas sus pasos dirige
y una en especial es la que elige,
se hinca y besa el cemento duro.
Empieza a orar y se nota el temblor
que de las manos es manifiesto,
y lo que la gente cuenta es esto,
que viva...¡ella está muerta de amor!.-
Por: Alejandro O. de León Soto
Tijuana, BCN, MEXICO, Sept.30/14