\"De Isabel y Fernando el espíritu impera
moriremos besando la sagrada bandera
Nuestra España gloriosa
nuevamente ha de ser
la Nación poderosa
que jamás dejó de vencer\".
(extracto de una canción de la posguerra)
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Éramos niños y, como tal, éramos felices.
A la escuela acudíamos henchidos de ilusión,
con el deseo de saber ¡oh, ingenuos aprendices!
al tiempo que de emociones llenar el corazón.
Nuestro espíritu ingenuo ávido estaba de matices
sobrevolando las nubes con la imaginación,
bebiendo de las fuentes en que anidan las raíces,
obviando a meretrices y a otros sabios del montón.
Nosotros, sí, sólo éramos trozos de plastilina
prestos a ser moldeados con arte y con amor
por maestros, nuestros dioses por la gracia divina,
a quien, ciegos, seguíamos con pasión y rigor.
Cantábamos canciones que nos decían ser dueños
de nuestro propio destino y el de nuestra nación,
ansiando una patria grande, nosotros tan pequeños,
con ímpetu, pastueños, y todos al mismo son.
¿Por qué nos enseñaron que nuestra patria era España
y ahora quieren que apátridas sintamos el país,
que los sentimientos nobles son sólo una patraña
y a la bandera el afecto ya se ha tornado gris?
¡Quién os ha dado el derecho a arrebatarnos los sueños!
¿por qué tan bellos cánticos ahora están proscritos
y todos nuestros gritos vehementes y risueños,
ayer ilusionantes, ahora ya están malditos?
¿Y por qué al póquer ya juegan con nuestros sentimientos,
traicionando los principios de nuestra juventud?
Ya el cielo se ha oscurecido, se anuncian malos vientos,
¡y entre más de mil lamentos se aproxima un alud!.