Frente a la ventana de mi cuarto,
hay un farolito que se enciende
al caer la noche sobre la calle solitaria.
Su luz va surgiendo lentamente,
y las sombras del crepùsculo,
huyen melancòlicas e indolentes
como caricias misteriosas.
Farolito, que sobre mi ventana,
brillas radiante en la noche aciaga
pones esa luz de suave mirada,
que cargas con pinceladas de emociones.
Tus resplandores sobre las sombras,
alumbran con el mismo hondo regocijo
con que una flor exhala su perfume.
Mis noches son màs dulces y serenas
cuando tu vida se enciende,
irradiando la melòdica luminosidad
que tu espìritu me regala.
Porque alumbras ese pequeño y tibio tramo
donde habita mi alma solitaria.