Javier Gamboa Panevel

LOS NAVEGANTES.

Andrés Eloy Blanco

Los navegantes

Transcribe: Javier Gamboa Panevel

 

 

¡Que ciencia tan rebelde, hermano mío

Es esa ciencia de saber renunciar

Te escribo junto al mar.

Hay un navío que está dejando el puerto

Es la renuncia de una cosa terrestre

Que se resigna al mar

 

No sé porque  esa vela

Me dice tanto de mi propia vida

La miro sobre el mar

Y paralela a la estela que deja su partida

Va dejando en mi espíritu otra estela

¡No sé porque me inclino a asociar a mis cosas  al éxodo marino!

 

¿Te acuerdas la muchacha que me hizo tanto bien y tanto mal?

Aquella que fue toda mi juventud

Noble el rizo, y el andar extenuado como velo de boda

Pues bien…Ya se ha marchado

 Anoche salió un buque para un mundo distante.

Ella embarcó. Yo estaba con ella. Y a su lado

Sentía ya la ausencia total del emigrante.

Hablamos en la borda, viento al puerto

Ella se marcha para no volver

!Es necesario renunciar, es cierto!

Pero no debe ser.

 

Nos despedimos. Y su mano entre las mías quiso acurrucarse

Como si en su terror por lo lejano buscara algún rincón donde quedarse

Me dio una rosa…Y luego…pesada y silenciosa se desprendió la nave

¡Tuve un ansia de alas!  Mas, deshoje la rosa 

con la crueldad de quien despluma un ave.

 

Y me fui por la playa, hacia el abismo

La noche era mas noche, tal vez la misma  noche

Aporta otra noche a la noche del cielo

Había en el silencio de mi duelo la quietud que sucede al cataclismo.

 

De súbito…A lo lejos; apareció un navío a todo andar

Cien luces en el casco, cien en los aparejos

Y allá...  en el horizonte. ¡Mentían sus reflejos!

Una constelación que roza el mar.

Y yo veía desde mi lejanía brillar aquellas luces en el confín siniestro

Con una sed de lucha, de agresión,  de castigo

Como se ve a lejos la luz de  un pueblo nuestro

Que nos haya tomado el enemigo.

Pero es inútil. Esto era preciso

y además, todo está  muy bien;

 Si vino, Dios lo quiso. Ahora que la pierdo, Dios lo querrá también.

 

Ya ha despertado el día. El mar se tiñe del amanecer

Y yo aquí,  todavía. Queriendo ver lo que no puedo ver.

La barca no se ve. Mas la presiente mi Ser

polarizada hacia el oriente.

Mi terca rebelión todo lo abarca,

Por sobre el mar, tras su visión me pierdo

Y así desde mi playa hasta su barca

Prolonga una península el recuerdo.

 

Pero estoy en la playa bruta y desafiadora

Sin nada que me endulce lo amargo de esta hora

Sin árbol ni remansos, sin mas dolor que el mío...

¡Que bien, Señor, me sentiría ahora

Si junto a mí desembocara un río!.