El corazón del niño inquieto está palpitando,
recordando esa perla que tus ojos atrae,
susurra tu nombre en cada latido simulado,
y no tiene lágrimas, la sequía la hostiga;
por tanto llorarte, moribundo ha quedado.
Cuando tú aroma aparece en mis cortinas,
extraño tanto el dulce sabor de tus labios,
y sin pensarlo bien torpemente yo fenezco,
en la ola de aquel alcohol maldito, ¡me ahogo!
¿Porque tus colores ya no brillan en mis ojos.?
Cuando tu recuerdo a mi mente alborota,
cual torpe soy para aceptar mi objetivo,
pienso en mí, qué, razón suficiente tengo
para no buscarte nunca por esos senderos,
que todos nosotros, a diario transcurrimos.
Encadenaré mis penas en aquel abandono.
alimentaré con versos que mi alma dicta,
si con el pensamiento deletrees esta líneas;
sabrás de antemano, que por ti /me muero/
-aunque tú descanses en brazos forasteros.
Todos los derechos reservados de esta expresión poética. Elías Lucas