Susurraba disimulada con intervalos de euforia y distimia, no percibía que a lo lejos la contemplaba en el desconcierto por ignorar lo que le pasaba.
De pronto coincidieron nuestras miradas y vacilé entre la duda y la determinación por estrechar la distancia- consideré huir-, pero hubiese sido desmeritorio después de haberte contemplado con deseos de rescatarte del torbellino que te turbaba.
Y al estar tan próximos (tanto que respiré el humo denso de tus nostalgias), de nada servían las palabras. Finalmente nos fundimos en un abrazo que evaporó las tristezas de nuestras almas.