Llovía muy fuerte y Manolíto con su rostro pegado a la ventana
miraba como las gotas de lluvia se deslizaban por la ventana...
Debía ir al colegio, pero las clases se había suspendido porque
la escuela se goteaba por todos lados y así no podían hacer las clases...
El agua hervía en una estufa vieja en la humilde , donde habitaba él
y su adorada abuelita.
_¡¡Manolito hijo, ven a desayunar!! dijo, doña Juanita, una anciana
de casi 70 años.
_¡¡Ya voy mamita!! respondió el niño. Casi de inmediato y se dirigió
donde estaba su abuela, la que le esperaba con una taza de café
de trigo caliente, y un pan tostado en el bracero. No tenían nada
para ponerle al pan, pero eso al niño no le importaba, ya que su felicidad
era estar junto a su abuelita, y vivir allí, en una casita pobre de campo,
pero donde existía muchísimo amor.
Fue bautizado con el nombre de Manuel, pero doña Juanita siempre
lo llamó Manolíto, fue criado por su abuela, la que le contó la historia
de su vida muy distinta a la realidad, ya que no soportaba que su niño
se pusiera triste. Para él, su padre trabajaba de maquinista en un tren, y
como era el único que sabia manejar esa maquina, no podía ir a verlo,
tan solo le mandaba el dinero suficiente para que él jamás pasara hambre.
Por eso el muchacho, acostumbraba a salir de la casa por las tardes
y subirse a la piedra más alta donde lograba ver cuando el tren pasaba:
Decía ¿Papito, cuando me vendrás a ver? ¡¡Te quiero mucho mucho!!
y después de decir esas palabras, se bajaba de la piedra y corría
hacia su casa. De su madre poco le contaban, ya que ni siquiera tenia
recuerdos suyos, porque al dar a luz, ella falleció... fue su padre junto
a su abuela quienes lo criaron, hasta que también el padre falleció
teniendo el niño tan solo cinco años.
La clases seguían suspendidas, y el niño no salía de casa por la lluvia.
Día jueves; Amaneció la abuela muy enferma, y el niño sin saber
que hacer le calentaba agua para que bebiera al menos un poco de té;
Pero la anciana no tenia fuerzas ni siquiera para echarse un bocado
a la boca.
_¡¡Mamita, levántate por favor!! No me gusta verte así acostada. Le
decía Manolíto.
Ni por más que el niño suplicaba a su abuela que se levantara, ella no
podía hacerlo porque no tenia fuerzas, con sus manos ásperas y
arrugadas, acariciaba al pequeño que no se separaba de su lado,
hincado al borde de la cama vigilaba a su abuela como presintiendo
que algo malo sucedería; La anciana con muchísima ternura, pasaba
sus dedos por el cabello del niño, y le decía que no llorara, que él
era un hombrecíto valiente, y que no debía tener miedo de nada,
porque, al ver que su pequeño Manolíto era un mar de lágrimas
a su lado, debía alentarlo de alguna manera.
Pasó la noche, y la anciana no durmió nada, el pequeño, durmió muy
poco ya que no se despegó del lado de su abuela en toda la noche,
y con la tos y el ahogo que la anciana tenía, le fue casi imposible
pegar un ojo.
La anciana notándose muy mal, le habló al pequeño...
_¡¡Manolito, hijo!! ¿puedes ir donde doña Flor a pedirle que venga?
dile que la necesito, ¡te lo ruego mi niño!
_Bueno mamita.- Respondió el niño, y se alistó para salir de inmediato.
Doña Flor era la vecina más cercana que tenían, su casa ,se
encontraba distante mas de tres kilómetros, pero en el campo, donde
hay quebradas, cerros, y además llueve sin parar, el camino se hace
aún más extenso... El niño después de cerciorarse que su abuelita,
quedó bien tapada, cerró la puerta tras él, y comenzó a correr desde
ahí mismo. Subía y bajaba cuestas,y mientras corría, lloraba y rogaba
al cielo por su abuelita, para que cuando regresara estuviera mejor.
Ya en casa de la señora Flor, golpeo y golpeo y nadie le abría: de pronto
sintió el peztillo de la puerta, apareció una mujer cincuentona con
bastante maquillaje y una bata con flores rojas, verdes y azules, muy
llamativa.
_¿Que quieres niño? preguntó, a lo que el niño respondió.
_Soy Manolo, el nieto de la señora Juanita, ella me pidió que viniera
donde usted porque se siente muy mal, desde ayer que no se levanta
ni come nada, ¡señora se lo ruego, valla a ver que tiene mi abuelita,
por favor. Suplicó el niño a la mujer
_Pasa niño, debo despedir a unas visitas y luego te acompaño.
Dijo la mujer
Hizo pasar al niño, el lugar apestaba a licor, en unas mesas habían unos
vasos con resto de vino, y unos hombres que casi no se mantenían en pie.
Uno de ellos le preguntó a la mujer, quién era el niño,la que le contestó
sin darse cuenta, no muy bajito, por eso el niño oyó lo que le dijo al hombre.
_Es el nieto de doña Juanita, la anciana que vive detrás del cerro: al que
se le murieron sus padres y ella crió.
Al rato llegó de nuevo la mujer donde el niño, traía un pan con un trozo
de cecina en su interior: le dijo
_Cómelo niño, te ves hambriento.
Manolíto le recibió el pan pero no se lo comió, lo guardó bajo su mantíta,
la que estaba estaba muy mojada, pero era la mantíta de castilla, que
su abuelita le regalo y la que a él le encantaba.
Pasadas casi dos horas de haber llegado a la casa de la mujer, esta le dijo.
_¡Ya chiquillo, podemos irnos!
Les acompañó uno de los hombres que estaban allí, el cual tenia una
carreta que les serviría para esas subidas tan agotadoras.
Habían transcurrido mas de tres horas desde que salio de su casa, horas
que para el pequeño le resultaron eternas. Cuando llegaron, el niño bajó
lo más a prisa que pudo de la carreta y corrió hacia la casa, entró y se fue
directo donde se encontraba la anciana.
_¡Ya mamita, aquí está doña Flor!... dijo el pequeño.
La mujer se acercó a la anciana, la que casi no hablaba, el niño sujetando
las manos de su abuela, no se separaba de ella... doña Juanita le dijo
a la mujer.
_Doña Flor, le encargo a mi Manolíto, por favor no me lo deje solo, usted
sabe que es un buen niño, jamás da que hacer, es muy obediente y trabajador,
no será una carga para usted, le servirá de ayuda en su negocio, si lo desea,
además usted y yo ya habíamos hablado de esto, por si sucedía algo.
El niño abrazó a su abuela, y le preguntó porque estaba diciendo eso,
a lo que la anciana respondió.
_Hijo... Yo estoy muy vieja y cansada, creo que debo descansar un poco,
tú te quedaras con la señora Flor, ella cuidara de ti así como lo hice yo.
El niño interrumpió a la anciana y no la dejó seguir.
_¡No abuela! ¡tú no me puedes dejar con nadie más, yo te quiero a ti a
mi lado! ¡siempre estaremos juntos, nada nos separará!
Se abrazó de la anciana, llorando desconsoladamente, mientras su abuela,
le acariciaba el rostro. Entre tos y ahogos, le dijo...
_Hijo, ¡Te amo demasiado, eres el tesoro más grande de la abuela, y
no quiero verte llorar más, quiero que seas feliz!...Yo, me tengo que marchar,
la Juanita está vieja y debe descansar.
Besó la frente, el rostro, las manitas del pequeño Manolíto, mientras sus
viejas y arrugadas manos fueron soltando de a poco a su amado nieto.
El niño suplicando que no lo dejara, apretó con más fuerzas el cuerpo de
la anciana que ya había partido.
La mujer y el hombre que estaban ahí, trataron de hacer que se
soltara de ella, pero los intentos fueron infructuosos.
Sin poder lograr que el niño se apartara a su abuela, decidieron
ir por ayuda. Llegaron, al día siguiente con más vecinos y unos
para médicos, que debían retirar el cuerpo de la anciana.
Manolíto estaba allí, abrazando el cuerpo de su abuela que ya
estaba tieso y muy frío; Entre varios lograron hacer que se soltara
de ella; y cuando lo hizo, salio corriendo mientras lo llamaban;
él corría y corría y se perdió en la espesura del bosque, donde
nadie lo pudo encontrar.
Años después...
__¡MANOLO! ¡MANOLO! ... Ya es hora de que te entres, está comenzando
a llover. Le dijo un hombre vestido de blanco.
A Manolo, le gustaba salir
al patio en los días de lluvia, y sus lágrimas las confundía con el agua que
del cielo caía, se subía a una piedra del patio del hospital y con su rostro
mojado siempre repetía lo mismo.
_¡Papito, cuando me vendrás a ver!
_¡Abuelita, no me dejes solo!.
Mónica.
Ruth Muñoz Rodriguez.
Derechos de autor.
Chile /09/09/2010.