Abrí los ojos, la busqué… aún ella dormía contra el panel lateral de la cucheta, me levanté despacio, me dolían todos los huesos, su cuerpo era perfecto, llovía con intensidad y las gotas se unían y se hacían riachos que corrían por el vidrio, detrás el gris, la humedad, el campo y la soja que resistía y no pretendía acostarse sobre la tierra, el trigo hubiera sucumbido… La abrigué, no quise despertarla, me cambié en silencio, tenía hambre, sed y deseos de no separarme jamás de tan bello ser humano y suponía que ella hubiese preferido que la despertara con caricias y un desayuno en la cama que seguramente hubiera quedado olvidado a un costado en su mesita con ruedas, pero había condiciones y yo las conocía a la perfección. Pulse el segundo botón y la persiana volvió a ocupar su lugar, el privado quedó parcialmente a oscuras, fui al baño y me di una ducha rápida y fría, me aseguré que durmiese profundamente y salí del coche cama.
Mi mesa estaba ocupada, el periodista estaba cómodamente sentado y leía confortablemente el diario.
_ Buenos días.
_ Muy buenos días compañero.
_ ¿Puedo sentarme en mi mesa?
_ Por supuesto.
_ ¿Compañero?, ¿qué está usted buscando?
_ Bueno usted sabe que hay normas.
_ Si las conozco a todas.
_ Enamorarse no es una buena elección.
_ Ummm seguramente que no.
_ Seguramente.
_ Se pueden hacer correcciones.
_ Si seguramente habrá correcciones.
_ Es demasiado hermosa.
_ Hay miles y miles de rosas rojas en la tierra, todas idénticas.
_ También hay corderos que se las comen.
_ También existen otras flores.
_ Pero seguramente no tendrán esas dos piernas de ella.
_ El arte es desarrollar los sentimientos más íntimos y profundos del alma… seguramente uno quiere retener para siempre esos sentimientos aflorados.
_ No dejaré que se marche.
_ Usted sabe que la felicidad está en la suma de las pequeñas felicidades, pequeños logros, realidades, realizaciones…
_ Ya deje de leerme la mente…
_ Usted lo sabe bien, la libertad es el principio del amor.
_ Lo se, lo se bien pero deje ya de hacerme la cabeza.
Mientras hablaba miraba por la ventanilla, sabía muy bien que el rumbo era una elección natural y la naturaleza jamás se equivocaba. Afuera seguía lloviendo. No quería perderla.
“He tejido un capullo
solo para encerrarte.
No temas, el capullo
es solo un capullo
de algodón y néctar
y siempre podrás liberarte,
tal vez cuando crezcas
o tal vez mucho antes”
Debes conocer que
desde mi voz hasta mis letras
son simplemente espirales,
agujas de seda que tejen
la sinestesia del arte.
No, no, no me recuerdes,
yo no quise crearte,
solo soñé aquellas situaciones
entre grises y verdes:
tragedia de septiembre
dolor de primavera y catarsis.
Siento, lo siento, sientes...
Despacio, la música se me hace carne,
surge el brillo del iris
color ombligo redondo y suave.
Uvas…Nadie elige nacer
rodeado del antes,
nadie elige nacer después
y sin embargo nacen y naces
de este presente que se fue
siempre impregnada de amor y de fe
redonda de luz entre los árboles:
tiempo del sol que nos llega
y se va en la voz del Dios de la tarde.
Cariño, debo confesarte
que te vuelves deseo
ese deseo a licor de luna nueva
de cuerpo virtuoso perfecto
y cabellos de chocolate,
sabes, sabes…simplemente sabes
que muchas veces he muerto
al viento en tu oído al nombrarte
y tu nombre me sabe a uvas frescas,
tus jóvenes ojos bellos y quietos
en el silencio de los colores,
en el silencio del otro,
marchan mis miradas violetas,
en la paleta no hay odios,
no hay besos, no hay rostros ni nadies,
el corazón es blanco y puro papel
entonces un girasol adornará tu verso
y tu cuerpo será celeste
por sobre mi recuerdo de fondo ocre
crearte.
Ella apareció en el coche comedor, nos saludó con voz de apenas despierta, llevaba su bolso de mano, me dio un beso en la frente y me retuvo cuando quise levantarme, siguió en silencio y se dirigió a su mesa en diagonal y al otro extremo del vagón. Ella no tenía iniciales en mi mente pero si muchos números.
Se sentó, extrajo papel y el lápiz plomo y siguió dibujando su último sueño.
Me levanté y fui hasta ella, todos los ojos me seguían o al menos yo sentía que me seguían, los del periodista seguramente que si, no me importaba ya nada, este viaje era un viaje sin retorno, no pensaba volver atrás, no quería mas estaciones repetidas.
Ella dibujaba una estrella, la última estrella, la luz del futuro. El tren lentamente se detuvo hasta que cada coche se sacudió mansamente contra el subsiguiente, miré por la ventanilla una vez más y pude ver a un empleado ferroviario con su capa amarilla pasar hasta la estación de cambios, aún existían esas viejas torres de hierro ángulo y remaches con luces y señales. El tren volvió a marchar y cada vagón tironeó del otro y poco a poco el tren recobró su velocidad habitual. Estábamos en camino.
_ ¿Por qué nos detuvimos?
_ Yo…
_ ¿Por qué?
_ Yo te amo…
_ Dijiste alguna vez que no te enamorarías de mi.
_ No debí enamorarme de ti.
_ Quiero irme de aquí y no quiero irme, yo… te quiero.
_ Ya fijamos un camino mucho antes de conocernos y el tren se dirige a destino, no quiero perderte, no quiero que te marches pero el tiempo no nos espera y el destino es el destino. No quiero...
_ Me importa un carajo el destino.
_ Estamos yendo al tiempo que viene: tu futuro.
Como empezar la vida
de delante hacia atrás
por ejemplo
tomar una hoja
y escribir o leer
una poesía
empezando de abajo
hacia arriba
o como los árabes
o los judíos
de derecha a izquierda
como ser grande
antes que ombligo
o ser copa y luego raíz
salir la noche
para ocultarse el día
soñar y luego
cerrar los ojos
llegar antes de partir
y así ser primero
antes que aquel
al que aspiro
y pisar de esta manera
mis propias huellas
las que dejé en el camino
que aún no ha sido
entonces
y solo entonces
será el beso
y luego tus labios
será tu mirada
y luego tus ojos
será tu piel
y luego tu aroma
será el abrazo tierno
el café por la mañana
antes que la cópula
y antes el gemido
pero lamentablemente
será también mi muerte
antes de haberte
conocido.
Pasaron horas, estaciones idénticas o solo minutos, el periodista finalmente se levantó y se retiró moviendo su cabeza en señal de desaprobación, ella había roto dibujos y volvía a hacerlos tan idénticos como las estaciones que pasábamos, deseaba encontrarla nuevamente hasta que el tren finalmente se detuvo en una gran estación, ella se levantó, tomó sus cosas, me dio un infinito beso, le regalé la última flor de servilleta de papel…
En el andén había infinidad de personas, ella descendió y me miró por última vez, empezó a caminar lentamente y el tren comenzó a moverse, mientras avanzaba sus colores se iban transformando en grises entonces corrí hacia los vagones posteriores para poder verla, deseaba gritarle que la amaba pero los vidrios irrompibles se habían transformado en una distancia imposible de superar, corrí, pasé puertas guillotinas una tras otra hasta que ella se confundió definitivamente con la gente común, ella era libre, la flor quedó en el andén pisoteada por centenares de personas. Aún llovía en el Distrito Federal de México.
FIN