Una putita, así, en diminutivo,
con ojos de tiranía amorosa,
con un “karma” destructivo
y una sonrisa hermosa.
Con un cabello amorfo sin elegancia,
con ojos grandes para verme mejor,
nariz de conejo sediento de fragancia
y un alma de puta que no crea en el amor.
Con senos altruístas a mi causa
que combinen con mis manos,
que me invite siempre a su casa
y que en su cama cultivemos veranos.
Que los fines de semana se olvide de mí
y entre semana me extrañe a más no poder
que se pierda desnuda conmigo allá y aquí,
que llegue a mi mente cuando oigo “Volver”.
Que sus nalgas sean tan mías como de ella,
que me quiera como yo le quiera,
que tenga momentos cursis de estrella;
pero que nunca deje de ser puta, mi putita.