Raúl Daniel

Nuestro Pacto (de la historia de un “Casi-amor”)

 

Todavía no ha pasado mucho tiempo,

y hasta podríamos decir,

que todo está en el comienzo;

sólo veinticinco veces

nos hemos visto, en tres meses;

y esto es muy poco, yo pienso,

pero hay otro sentimiento...

 

Los dos sentimos, y lo hemos dicho,

y aunque muy bien no sabemos,

el porqué es que sucede;

sentimos como sí hicieran

años que nos conocemos.

 

Los dos estamos pensando

en el otro, a cada momento,

tú sabes que yo lo hago

y yo sé que tú haces eso;

¿será que así aumenta el tiempo

que se le cuenta a lo nuestro?

 

Antes que te conociera,

lo hacía todos los días:

al despertar, en la cama, oraba

y un rato dialogaba,

pensando sólo en Dios;

y en las noches, al caer

rendido otra vez al lecho:

repetía el mismo hecho.

 

También esto mismo hacía,

y era buscando su rostro,

varias veces en el día;

un día pedí por ti

a Él, porque no tenía

mujer, y quería una esposa;

y ese día te encontré,

ya lo sabes, te conté.

 

Pero lo que tú no sabes,

es lo que me pasa ahora,

y que me tiene alarmado;

y es que ocupas mi mente,

todo el tiempo pienso en ti;

al despertar, vienes a mí

en imágenes patentes...

y a ti comienzo a hablarte,

contigo es que converso;

y no paro de hacerlo,

hasta la noche, en que duermo,

¡abrazado a tu recuerdo!

 

Esto me da mucho miedo,

pero si fuera sólo esto!

no me asustaría tanto,

y hasta el Señor, creería,

que lo comprendería;

ya que Él mismo hizo las cosas,

y sabe que así serían.

 

Mi condición de ministro

de Dios, en el Evangelio;

la autoridad que en él tengo

y que a su servicio ejerzo;

y mis frutos, sabes bien,

pues a ti misma a sus pies,

te llevé y ¡cuánto me alegro!

 

Mis conocimientos y la fuerza,

que en todo lo que hago pongo,

y el aval con que respalda,

mi consagración, El Eterno;

y que deberían ser ventajas;

hasta parece, por momentos,

que sólo fueran barreras,

¡pues son muchas diferencias!

 

Tu mundo parece otro,

muy otros tus pensamientos,

tus parámetros y reglas

por las que te estás rigiendo:

cuán distantes de las mías,

¡oh, qué mundos tan opuestos!

 

Tú, cargada de problemas,

acorralada por este mundo,

en una maraña envuelta;

y sin que nadie te ayude

luchando sola te encuentras,

cargando la carga de otros,

¡pagando, de otros, la cuenta!

 

Yo acepté el desafío

que Dios me hizo contigo,

y quiero vencer y lo hago

por Él, por sobre todas las cosas;

mas también lo hago por mí,

pues de ti me enamoré;

y también quiero salvarte

de la soledad y el caos,

entonces también por ti,

¡o sea por tres, que lo hago!

 

¡En cuántos otros poemas

te he narrado el conflicto!

de tus luchas, y de cómo

te resistes a este amor,

¡que te vencerá de todos modos!,

pero: ¡qué grande el tormento,

y que cruenta la batalla;

que terrible el sufrimiento!...

¡¿y yo, perseveraré

hasta que llegue el momento?!

 

¡Cuál veinticinco ladrillos

para construir una casa,

como escasas veinticinco

piezas de un motor,

tres meses, casi no es tiempo

ni a nosotros ni a Dios;

¡qué pocos los materiales

conque estamos construyendo

nuestro edificio de amor!

 

Y son veinticinco veces

las que tú me abandonaste;

y otras iguales, las tantas,

en que te reconquisté,

¡oh, ciudad amurallada,

que altas son tus murallas;

cada vez que arriba llego,

otra vez del mismo suelo,

debo recomenzar!...

¡si hasta yo mismo te dije,

una vez de terminar!

 

Y vamos haciendo daño

uno al otro cada vez;

y hechas, aún después,

esas heridas ahondamos

y, vamos a continuar,

¡eso es lo que acordamos!

 

Nuestro pacto, el que tenemos,

reconozco que es extraño;

nadie pacta el herirse

mutuamente, hacerse daño;

pero, es por tener algo

entre nosotros ¡que hacemos,

aunque sea, este pacto!

 

Vernos igual como amigos,

pues también somos hermanos,

ya que el Señor nos hermana

con su pacto soberano;

...por momentos, yo te acoso

y, aunque tú lo estás deseando,

te resistes y luchamos...

¡y gana el que hace más daño!

 

Un día, tú eres que cedes,

otro día, antes, yo paro,

nunca sé qué debo hacer,

ni tú lo que yo haré,

lo que sucede después

puede ser todo o nada;

siempre salimos dolidos,

¡sea lo que sea que pasa!

 

Si por fin yo te consigo,

tú, es que sales ultrajada,

aunque te gusta mi amor,

a veces no quieres nada...

y yo me siento humillado,

pero igual sigo contigo,

¡continúo a tu lado!;

consumiendo lo que puedo

de este amor atormentado...

de este amor desesperado...

¡de este amor ultrajado!

 

¿Será que estamos enfermos

y la cuenta no nos damos?...

¿Quiénes jamás han pactado

tener semejante arreglo?:

¡Tener citas y encontrarse,

aún no estando de acuerdo!

Aceptar que te niegues

a un amor que estás sintiendo!,

hacer como si no pasaran

¡cosas que están sucediendo!

 

Decir que somos amigos,

y besarnos en la boca,

abrazando nuestros cuerpos,

apretándonos las manos,

hasta que quedan doliendo;

diciéndome que no quieres,

haciéndome que te fuerce,

¡pero por dentro deseando

que no vaya a detenerme!

...y después de consumado:

¡cuánta tristeza se siente!

 

¿No será que la locura

nos tomó y no lo sabemos?...

¿se puede razonar lo nuestro?...

vivimos a cuatrocientos

kilómetros de distancia,

y para vernos no alcanza

¡esto a ser impedimento!;

si yo no viajo, tú llamas

¡para amarme por teléfono!

 

¡Espero que Dios comprenda

y que esté interviniendo,

ya que nosotros, tan mal

parece, estamos haciendo

lo que es su mandamiento;

así que usaré la fe,

poniendo en Él la confianza,

y con total esperanza,

con paciencia esperaré!

 

¡Por supuesto que en Él!

no en nosotros, ¡mira un poco

que pacto fue ese que hicimos!,

en vez de un matrimonio:

ultrajarnos y herirnos,

negarnos el uno al otro

y, hasta a veces, mentirnos;

¡en serio que estamos locos!

compadezcámonos un poco

de nosotros mismos!...

 

Muchas barreras tenemos:

edad, cultura, nación,

todo un pasado errado

y hasta la religión,

tus conceptos de las cosas,

mi forma de ver la vida,

hijos que ya tuvimos,

distintas expectativas...

 

Pero igual hicimos pacto

de continuar con lo nuestro,

no nos importa qué sea

ni hasta dónde llegue el precio

ni cuánto es lo que duela,

¡sólo sabemos que nunca

podremos dejar de vernos!...

y aunque no seas mi esposa...

¡cómo sea, igual te quiero!

 

Nuestro pacto, el que tenemos,

reconozco que es extraño,

nadie pacta el herirse

mutuamente, hacerse daño;

pero, es por tener algo

entre nosotros... que hacemos

aunque sea, este pacto...

¡Los dos estamos de acuerdo!