Raúl Daniel

Apresurando el paso

 

La hora se está pasando,

pronto, el culto comienza,

y me debo apresurar...

¡hasta me duele una pierna,

tropiezo aún con las piedras,

y no consigo llegar!

 

Cinco minutos ya faltan,

y aún faltan cinco cuadras,

apresuraré mi paso,

aunque sea justo a tiempo,

quiero estar, en todo caso,

¡cuánta vergüenza que siento!

 

Ahora recuerdo que un día

critiqué entre los hermanos,

a aquellos que van llegando

mientras ya todos cantamos

las alabanzas, que a Dios,

en buen orden, elevamos.

 

Y es por el ruido que hacen

con sus zapatos o manos,

que nerviosas, por la hora,

no aciertan en el himnario;

¡oh, cuanto que he criticado

a los que no llegan a horario!

 

Yo siempre fui muy prudente,

y en eso quise agradar

al pastor y a los demás;

esto me viene a la mente,

y los segundos se pasan,

¡y comienzo a transpirar!

 

Hace tiempo que soy miembro

de esta congregación,

aunque nací en otro sitio

para el reino de Dios;

y aunque me queda a trasmano,

aquí más cómodo estoy.

 

Donde nací, ya no voy;

aunque más cerca me queda

y aún extraño a algunos,

quienes primero me amaron...

pero... por algunos problemas...

y algunos que me acosaron...

 

Bueno... muy bien ya sabemos

cómo nos gusta halagarnos,

¡para qué vamos a engañarnos!

no me sentí muy querido...

(sólo por algunos cuantos,

y no hice muchos amigos).

 

El pastor no me ocupaba,

tan sólo me observaba,

y eso me daba disgusto;

además, cuando hablaba,

por las cosas que decía,

¡me pegaba cada sustos!

 

Por suerte me aceptaron

en esta congregación,

donde, aunque no hay mucha acción,

y a veces, casi me duermo:

¡los hermanos son tan tiernos,

y siento alguna emoción!

 

Es que el coro de alabanzas

y el órgano que ejecuta

la esposa del pastor,

¡me transmiten un calor!

puede ser por el fervor

con que cantan al Señor. 

 

Por los sermones no tengo

mucho que preocuparme,

el pastor es comprensivo,

¡y hasta ha llegado a halagarme!,

cita muy poco La Biblia

y ¡sólo habla en positivo!

 

Eso sí, el diezmo, nos pide;

en esto es muy riguroso,

mas, sin enojo lo damos;

¡si hasta resulta negocio!

(y más de uno lo hacemos,

sólo con este propósito).

 

Todo es muy espiritual

(o por lo menos normal);

y aunque mucho no se grita,

nuestro corazón palpita...

y aunque no lo parezcamos...

creo que... nos amamos...

 

Bueno... eso mucho no importa,

pues todos estamos bien;

y si es que Dios nos bendice,

atino que es suficiente;

no creo que alguien se salve

¡por gritón o por caliente!

 

Lo explicó bien el pastor:

“La salvación es por fe

en lo que hizo Jesucristo”,

y no por el “teatro” que se haga,

sino por lo que en La Biblia,

sobre esto se halla escrito.

 

Justo hoy, que hay comunión

no me quiero demorar;

pues voy a tener que orar

por ese viejo asunto

que tengo con mi ex-esposa,

y no puedo perdonar.

 

Aunque siempre me ha pasado,

que, al comer el pan,

siento haberla perdonado...

pero, cuando regreso a mi casa

¡igual que en el pasado

mis sentimientos están!

 

Una vez ya me cansé

de toda esta manera

de procurarme la paz,

(paz que no siento lograda,

¡y es lo mismo que una copa

que se tomara en un bar!)

 

Por varias cosas dudaba,

y también me pregunté

para qué es que estoy yendo

a este templo, ¿no será

que estoy haciendo un ritual

de conveniencia social?

 

Espero hoy no ser buscado

para esas actividades,

que se hacen algunas veces,

(por cada dos o tres meses),

de visitar hospitales,

¡ya que estoy tan ocupado!

 

Mejor le hablaré al pastor,

para que explique una cosa,

alguno de estos días,

que muy bien nunca entendí;

y es eso de “Adorar

en espíritu y verdad”.

 

Eso de “Nacer de nuevo”

que no acabo de entender,

y qué cosas hay que hacer

para “Agradar al Señor”,

también que hable del amor

y de cómo es que hay que dar.

 

La verdad, estoy confundido,

pues sigo teniendo dudas,

y la Biblia no termino

todavía de leer,

tal vez, si más la leyera,

lograría entender...

 

Me asaltan muchas preguntas

al ponerme a meditar

en noches que no consigo

ni dormir... ¡tampoco orar!

¿por qué siempre a los hermanos,

y no a Cristo, es que miro?

 

Oh aún, ¡lo que es peor,

recelo de este pastor

y de los cultos que se hacen!

No hallo significado

y pienso sinceramente

en renunciar para siempre...

 

¡Me parece todo vano!;

también, que los que allí vamos,

cada cual, sólo en sí mismo

pensamos; no en El Eterno,

no por amor, ¡sino miedo

de tener que ir al infierno!

 

Esto ya es muy preocupante,

mejor me  voy a esforzar,

sólo en Dios voy a pensar,

en Jesús, que me salvó;

¡adoraré al Señor

desde hoy en adelante!

 

No miraré a los otros,

a no ser para amarles...

y no voy a preocuparme

por lo que hacen los demás...

pues sé que como juzguemos

¡también se nos juzgará!

 

Por fin me estoy acercando,

esta es la última cuadra

que tengo que caminar...

escucho que no empezó...

¡menos mal, pues no quería

quedar mal con el pastor!