Abro los ojos, estoy tumbado en mi cama, me quedo mirando a la oscuridad de la noche, no muevo ni un músculo de mi cuerpo por que se que va ocurrir. Como cada mañana el dolor me invade no me deja moverme, atenaza mi cuerpo, una descarga de dolor lo recorre desde mi cerebro hasta los dedos de los pies, como una corriente continua que me bloquea, muy a mi pesar voy muy despacio intentando moverme, desentumecer cada uno de los músculos de mi cuerpo y sobre mi cerebro intento hacerme el dueño de la situación, pero es inútil cada uno va por libre mientras el dolor cada vez más insoportable se apodera de mi.
Me echo abajo de la cama, apretando los dientes y gimiendo por el esfuerzo y por el dolor. A veces parece que voy a caer directamente en el suelo al sentir que mis piernas me fallan, no parecen que me vayan a sostener.
Consigo ir moviendo mi dolorido cuerpo y poco a poco parece que se va calentando y mi moral se va perdiendo entre las sabanas calientes que acabo de abandonar.
El día comienza como acabo el anterior y sin ningún motivo y sin ninguna razón, te sientes inútil hasta la desazón. La mañana es mala pero la tarde es peor, el cansancio hace mella y el mal se ceba, un remedio un respiro a tanto dolor, que deja a mi mente descansar de tanto pensar por que a mi, que he hecho mal, si es por algo que hice y esta es mi pena, la tendré que purgar.
Si es sin causa aparente tendré que asumirlo y con coraje y valor si bien no acabare con el dolor, pero tampoco dejare que el acabe conmigo.