Aquel óvalo tallado a puro sol
herido de vientos irreversibles,
revisa su memoria en los ríos del espejo.
Aquí ella es;
un girasol batiendo su oro más remoto,
un pequeño haz madrugador
o una redonda paloma
avizorando los presagios en el alba.
Aún conserva un leve aroma a guindo viejo,
a veces, es un sauce de lacia cabellera
atravesando los puentes de la infancia.
En el torrente del espejo
es donde puede aquietar las bestias
que se pelean pecho adentro.
¡Lejos de sus manos…
ya nada importa realmente!
El banco que los convocaba
en la plaza del ensueño,
ha extraviado las horas de la tarde...
y ahora todo olvido
es pasaje obligado hacia el invierno,
a la mudez del árbol,
los ramos desnudos del otoño.
Es un rodar como ánfora rota
por los abismos del alma.
A ella le recuerdarán siempre...
la niebla, en sus cortinas de alas,
el relámpago inquieto que chispeaba en su mirada
la garza y la cigarra dormida en la esperanza
de ver un nuevo sol colgado en la ventana.
Los ríos del espejo suelen ser crueles causes,
cuando se alimentan de olvidos y nostalgias.
Alejandrina
D.r.