Fue una noche, una más o tal vez haya sido a la tarde ya tarde que golpearon la vieja puerta de chapa de color verde inglés, un tac tac tac, tres ruidos secos y sonoros, otra vez el tres, entonces el viejo dejó el origami sobre la mesa y lentamente fue a atender, salió del \"comedor\" al patio de la pobreza casi sin mosaicos o con pocos mosaicos esparcidos irregularmente, sin embargo en el lateral de la medianera los helechos se erigían formidables como si fuesen serruchos prontos a aserrar alguna cabeza, los esquivó y dijo \"Quien???\", ella estaba sobre la finita vereda de baldosas grises mirando la pared rosada pintada a \"escoba\", no dijo nada, solo atinó a volver a golpear casi con vergüenza, más suave. El viejo sacó de su bolsillo una llave de bronce de un tamaño bastante mas grande que el común de las llaves, la insertó en la vieja cerradura y giró las dos veces necesarias, abrió tan solo 5 centímetros la puerta y la miró como si fuese un scanner de un aeropuerto, por ese y otros motivos el viejo se había ganado el mote de \"el ojo\". De inmediato la reconoció o vaya a saber uno cual fue ese impulso eléctrico en su cerebro, qué premio nobel podría saber la hormona que en ese momento era segregada en su organismo y hacía que la reconociese como quien reconoce a una vieja compañera. \"Pase usted\" le dijo y ella \"vengo a vivir\" le contestó. A vivir?, aquí? en esta casa lejana de todo y de todos por propia elección, aquí solo crece indiferencia... y llueve soledades desde fuera por las goteras hasta el sombrero de quien se siente a mi diestra.
_ Insólito, usted es insólito, viajé por mas de 10000 kilómetros de sueños para llegar hasta aquí y usted solo tiene grises para mi?.
_ Es que los perros soñamos solo en blanco y negro... y cada año son 7 años y además los perros no sabemos pintar en colores ni siquiera sabemos tejer una vida, solo vivimos hasta que nos llega el tiempo de ser otro ser.
_ Quien es usted?. (Ella preguntaba por preguntar o tal vez por el solo hecho de no saber como había llegado hasta allí).
_ Solo soy lo que piensa que soy, pero, pase usted, yo no muerdo jeje (y el viejo rió mostrando un diente algo ocre por su funda ya deteriorada).
_ Ya es algo tarde y las sombras empiezan a crecer, nunca pude reconocer mi sombra en un sueño.
_ No hay sombra propia cuando la luz emana desde dentro, necesita que la sueñen para que su sombra la alcance.
Entraron al comedor y la mujer pudo ver centenares de origamis, estaban por todas partes desde pájaros a barcos todo estaba hecho en papel.
_ Es un pequeño pasatiempo, pasa_tiempo me gusta mas así, cortado, el tiempo es algo indescifrable aquí.
_ A quien le importa el tiempo cuando no se tiene todo lo que se desea, a veces, cuando nos pasan cosas malas el tiempo es interminable?
_ El tiempo no existe solo es parte de la distancia, si yo me alejara de usted lo suficiente podría yo ver lo que fue usted ayer y si se alejara usted otro tanto podría ver lo que yo fui hace algún tiempo atrás pero ya sabe que el tiempo no existe como tal, así como se lo imaginan los mortales.
_ Aquí, es raro y es usted muy amable. (del otro ambiente emanaba un aroma riquísimo a verduras hirviendo).
_ No es raro, solo que no está acostumbrada, raro es un gato con dos colas (y ella rió). La vida, los sueños, el amor, todo es como esa sopa de verduras, solo el que la cocina sabe que ingredientes le puso, usted debe escarbar y escarbar buscando lo que más desea, sin embargo yo se lo que desea.
Sobre la pared un atril mostraba un dibujo en carbonilla aún sin terminar, un bosquejo, un rostro de una bella mujer con lentes y una media sonrisa entre inocente y provocadora insinuaba mucho mas de lo que se veía.
_ Quien es?
_ Es usted, hace algún tiempo, solo días.
_ Como pudo usted saber...
_ No lo supe, usted lo soñó y yo la miré desde lejos, así como desde el ojo de una cerradura. Así es como funcionan algunas cosas.
_ Quisiera entonces yo mirarlo.
_ Puede hacerlo. (y el viejo iba buscando platos, cucharas, poniendo la mesa sobre los origamis) Solo debe pensar, imaginar, alejarse...
Ella cerró los ojos, entonces el viejo fue a buscar una vieja olla negra de fundición humeante y la colocó en el centro de la mesa, sirvió abundantes cucharones de sopa en cada plato, el humo le empañaba los lentes y ella mantuvo los ojos cerrados, él le acarició el rostro pasando el torso de su mano derecha por la mejilla derecha de ella, ella abrió los ojos y vió a travéz de la bruma un hombre de unos 35 años de edad de cabello largo y enrrulado y ojos marrones, él la tomó suavemente y ella asintió dejándose llevar. Un viejo reloj de pared se detuvo o ya estaba detenido o sus agujas retrocedían lentamente, ya no importaba demasiado, en su cerebro era interpretada cada señal emitida por los sensores y activadas nuevas neuronas que poseían esa capacidad de otorgar la experiencia necesaria según los recuerdos atesorados en su memoria. Ella deseaba, imaginaba el futuro cercano y el deseo se iba transformando en la culminación del amor en el acto sexual. Ella desnuda sobre la mesa, su piel blanca y suave sobre los origamis, a un lado la olla humeante, los platos y cubiertos, su cabello color chocolate libre sobre la madera de cedro rojizo, aún mantenía los lentes en su sitio y eso era otra pequeña parte del juego, sus pechos hacia cada lado y sus pezones rozados, sus lentes y su media sonrisa cómplice, el ahora hombre vigoroso sin edades entraba y salía de su cuerpo de una forma entre jadeos de acelerar las reacciones electroquímicas de ambos. Ella con la cabeza colgando del lado opuesto de la mesa pudo ver en forma invertida su propio retrato en el atril ir cobrando vida entre colores rojos, lilas y amarillos; sus zapatos de tacos altos rojos y sobre ellos su pequeña tanga con encaje blanco, silenciosos ambos al lado de un gato que maullaba atado a la pata de la mesa en el preciso instante cuando sonó el tic del segundero del gran reloj que se transformó seguidamente en un gong lento, perezoso y prolongado que decidió marcar las 12 de la noche en punto. Lo bueno de las ollas negras de fundición es que mantienen por un buen período de tiempo la temperatura de la cocción, el viejo Alarcón se ató el cabello y ambos se dispusieron a volver a saborear la sopa.