Aún de pie
Maldita poesía, no me diste
ni el pan para mi boca ni el abrigo
que en tanta desnudez busqué contigo
cuando todo lo di y tú ni me oíste.
Maldita la palabra que extrajiste
de mi pecho y mi sal, de mi postigo,
para dejarme al fin hecho un mendigo
sin nada más que dar que cuanto existe.
Te llevaste mi amor, yo fui el testigo
de cómo le cantaste y luego huiste
con él de esta ventana en que te sigo.
Maldita, porque soy quien sigue triste,
quien te ama aún de pie, mientras bendigo,
maldita, tanto amor que así me diste.
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10 10 14