Alejandrina

A mi hijo Matías

 

Llama viva

sangre  en la sangre

aquiescencia de Dios

lazo perpetuo,

regalo,

luz,

razón ,

miel de mis días.

Sarmiento prodigioso,

primicia alegre en la vendimia de marzo,

fuiste la rúbrica festiva despidiendo el verano.

 

Tu nombre está tallado en la raíz de mi castaño,

coleóptero brillando, de oro macizo,

al pie de este tronco que atardece de prisa,

el violín de la lluvia lo entonó en los arpegios

de mis noches de araucanas lejanías.

Las hostias de la nieve te anunciaron

¡velloncito de azúcar!

Cántaro rebosante de promesas.

Ferviente ruego.

 

Clamé por ti hasta trizar el dulce rostro

de la piedra con mi llanto.

¡Crucé el umbral del miedo

caudal de pura lágrima!

llegué más allá de la prudencia,

como un ciego solitario atraviesa la noche

sin su báculo.

Y fui bendita, del caolín más puro

brotó este fuego blanco

que arde desde entonces,

en el punto exacto donde forman una cruz

mis maternales brazos.

 

Por ti Matías Eduardo;

el nido fue más pleno,

doblegué mis rodillas,

deponiendo heridas y he bajado la frente en gratitud.

Sobre mi corazón guardo tus alas blancas,

y una sonrisa mía custodiará tu alma.

 

Sellarás tú mis párpados vencidos,

cuando del barro, al barro me desplome.

 

Alejandrina

n° de inscripción 239343