Para no morir
intenté ser la frescura de un bosque
sin fantasmas de pájaros
con nidos de amores.
Para no morir
enterré los recuerdos de mieles salobres,
levanté la hojarasca del camino
e intenté andar de nuevo.
Por las noches penetré
en la mansedumbre silenciosa
de los astros inmóviles.
Para no morir
enfrenté a la vida que pasaba sutil
sin advertirla en su roce
y a los llantos los dibujé con goces.
Para no morir
me agradé en mi desagrado,
me escapé entre engañosos velos,
imaginé un mañana feliz
aún respirando en mi despoblado corazón.
Para no morir
robé el fulgor de una estrella
me aferré a su luz…
y la llamé imposible.
Entonces me infiltré
entre la muchedumbre de metáforas
y un poema deshojó mi alma.