No hay en mí, lugar para llanto ni dolor…
No puede haber lugar para ellos,
porqué ese lugar ya lo ocupó
la sonrisa, la esperanza y el ensueño.
Puedo pensar que es así,
porque al sólo pensarlo
soy del pensamiento la raíz
y pienso quedarme en ese estado.
Navegando voy, pues navega,
quien ama la navegación.
Navegar es levantar las velas
Navegando y navegando con amor.
El tiempo es, y el tiempo será
ese amigo, que por amigable es,
el juez que sentencia con severidad…
El juez que juzga sin que sepamos porqué.
Autor: Alejandro J. Díaz Valero
Maracaibo, Venezuela