Viejo tiempo de mi tierra. . .
En caminos a los cerros
o poderosas montañas,
aquellos aborígenes
sus paisajes disfrutaban.
Felices ellos vivían,
sin saber de falsos dioses
de mezquindad desquiciada.
Puedo sentirme en sus pies,
aunque mi tez se ve blanca,
no hay diferencia de piel
el corazón nos hermana,
y siento amor por igual,
al terruño que reclaman.
¿Para qué dar otro nombre
a celebración mundana?
¿Para qué otro designio
si lo real desiguala?
A cambio ellos expresan
sin rencores la templanza.
Sus merecidos derechos,
nuevamente son escarcha.
Se les niega vivir en paz,
desmonte los acorrala,
y sienten en carne propia
como el hambre no calma.
Si se cumplieran las leyes
con la justicia del alma,
recuperarían tierras,
cual fruto de esperanza.
Hoy se sigue diluyendo
cultura en ignorancia,
a causa de aparentar
respeto con elegancia.
Autor: Graciela Beatriz Traverso