Yo tengo un perro
llamado Batman
que acabó mi paciencia
y destrozó mi calma.
Tenia “cero” en obediencia
y “veinte” en drama
porque hacía unas escenas
que hasta daban rabia.
Yo de forma modesta
le compré chinchurrias
y entonces con furia
de venganza repleta
se comió mi bistec
y mis dos chuletas.
Hurgó mis maletas
rompiendo la ropa
y en carrera loca
tumbó el tendedero
e hizo sus necesidades
detrás de un matero.
Mordió la escoba
y lamió los platos
y cuando lo regañé
mostró desacato,
y como regalo
me regó en el patio
mi colección entera
de discos compactos.
Yo salí en el acto
con sobrada indignación
directo a la Asociación
Protectora de Animales
y me dijeron que mis males
de cuajo se acaban
junto a mis penurias,
si no compro chinchurrias
a mi perro “Batman”.
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Esta situación me llevó a tomar varias acciones.
No, no, ¿cómo que regalar al perro? ¿cómo se le ocurre?
El perro es el mejor amigo del hombre mientras no les demos chinchurrias, y crudas, menos, je je je.
¿Que deje de comprar chinchurrias? ¿Porqué dice eso? Si las chinchurrias son baratas, y nunca hay escasez de ellas en los mercados.
Lo que hice fue comerme yo las chinchurrias que compré y Batman que se siga comiendo los bistec y las chuletas y asunto arreglado, todos quedamos en paz.
Aunque no descarto que de un día a otro sea yo quien me coma los bistec y las chuletas, muerda la escoba, tumbe el tendedero, lama los platos y pare usted de contar, así Batman tendrá que ir a la Federación Internacional de Derechos Humanos, y ya veremos qué le dicen allá.
Hasta luego amigos, los dejo porque se me están quemando las chinchurrias.
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Autor: Alejandro J. Díaz Valero
Maracaibo, Venezuela.