Paloma que en un atardecer brillante
llegaste como cuando llega una brisa
tan de repente, tan sutil, tan deprisa
cual caricia que eterniza un instante
Paloma grácil que te posaste en la rama
del viejo árbol que ya sin fruto ni verdor
solo espera el hacha de algún leñador
y en una hoguera alimentar a la flama
Paloma que con tu canto un buen día
convertiste su otoño en una primavera
regalándole al árbol la dicha postrera
de sentir tu presencia, de gozar tu alegría
Paloma, con tu sedosa y lucida blancura
rompiste el silencio, aclaraste la bruma
y al peinar al viento tus agitadas plumas
tallaste en su corteza tu hermosa figura
Paloma que te fuiste siguiendo tu vuelo
dejando el candor de tu arrullo suave
en pos de cumplir tus anhelos de ave
extendiendo tus alas en el inmenso cielo
Paloma que al tocar su rama tocaste su raíz
e hiciste del viejo árbol tu efímero nido,
que importa si la lluvia lo dejó en el olvido
si por un instante, Paloma, lo hiciste feliz...