Amo tu estupidez
que llamaré inocencia,
cuando me vez llegar
con las manos ensangrentadas,
los pies destrozados por espinas
y los ojos incendiados en armas
y sales a mi encuentro con un
“¿te pasó algo?”
“Que se haga lo que dios quiera”
y te veo abrazando el yugo
y acariciando el látigo
que te ha cercenado