GRACIAS
No podré, bien mío, ni en un siglo real ni en un milenio poético, agradecerle al omnisciente y omnipresente jardinero celestial el prodigio de haberte colocado a mi vera para que tu perfume, disperso por cada átomo de mi adolorido cuerpo le insuflara fortaleza a mi espíritu agotado de tanta angustia, tanta ansiedad y tanto deambular por caminos polvorientos, rotas mis sandalias de ermitaño.
DIOS
A mi covacha de sueños, llegó el amor, en ti representado niña mía, para cabalgar sublimemente en los caballos alocados que sólo quienes aman, como tú y como yo, pueden divisar, protegidos por Dios.
Hay un altar en lo más hermoso de mi covacha, donde con humildad glorificamos a Dios.
MIO
Ni siquiera tú, amada magnífica y única, tiene acceso al cofre donde conservo mis secretos más íntimos.
Es lo único mío, amada.
Y soy esclavo de lo que en él conservo,