Esperare el cuchillo en mi garganta
la muerte desesperada.
Sostendré la manzana en la cabeza
frente a arqueros ciegos y blancos,
huiré de la vida sin ti para apropiarme de la muerte sin ti
como piedra tosca que detiene la puerta
y hace suyo el dedo imbécil.
Saltare al abismo en un baile descomunal
bajo el vals de los recuerdos tácitos y bochornosos.
Apuro los segundos lentos que se ríen
malvados siempre por prolongar su llegada,
¡Perfectos mal nacidos!
Nada se incrementa ni retrocede como el cuchillo
afilado que escribe en el papel del aire los
lamentos de mi corazón a medida que se hace inminente su llegada.
No detengo mi respiración ni suspiro
el pasado con sus hojas secas.
Sin morder mis labios pienso en mis calles
desparramadas pisoteadas mil veces,
pienso en mi árbol de mangos jugosos
que es apaleado hasta quedar sin hojas ni mangos
y pienso después como se van a esperar que
florezca de nuevo.
Vuelvo al rincón de mi agonía pensativo más no con miedo
espero al verdugo que ve sudando mi espera
y como fétida brisa reza mis canciones tristes
entre otras voces que alimentan mi final definitivo.
No te detengas cuchillo sin mellas a tu decisión perfecta,
y ustedes flechas de doble punta no den en el blanco de
la manzana en mi cabeza porque ya los mangos no serán los mismos
ni mi árbol el perfecto con ramas dulces,
tampoco mis calles se verán andantes y tampoco
las canciones serán las mismas.