Miguel Vargas

Desciendo para abrir mis ojos

Esperare el cuchillo en mi garganta

la muerte desesperada.

Sostendré la manzana en la cabeza

frente a arqueros ciegos y blancos,

huiré de la vida sin ti para apropiarme de la muerte sin ti

como piedra tosca que detiene la puerta

y hace suyo el dedo imbécil.

Saltare al abismo en un baile descomunal

bajo el vals de los recuerdos tácitos y bochornosos.

Apuro los segundos lentos que se ríen

malvados siempre por prolongar su llegada,

¡Perfectos mal nacidos!

Nada se incrementa ni retrocede como el cuchillo

afilado que escribe en el papel del aire los

lamentos de mi corazón a medida que se hace inminente su llegada.

No detengo mi respiración ni suspiro

el pasado  con sus hojas secas.

Sin morder mis labios pienso en mis calles

desparramadas pisoteadas mil veces,

pienso en mi árbol de mangos jugosos

que es apaleado hasta quedar sin hojas ni mangos

y pienso después como se van a esperar que

florezca de nuevo.

Vuelvo al rincón de mi agonía pensativo más no con miedo

espero al verdugo que ve sudando mi espera

y como fétida brisa reza mis canciones tristes

entre otras voces que alimentan mi final definitivo.

No te detengas cuchillo sin mellas a tu decisión perfecta,

y ustedes flechas de doble punta no den en el blanco de

la manzana en mi cabeza porque ya los mangos no serán los mismos

ni mi árbol el perfecto con ramas dulces,

tampoco mis calles se verán andantes y tampoco

las canciones serán las mismas.