Donaciano Bueno

Las bodegas de Aranda

En Aranda de Duero las hay hermosas,

Las cubas de veinte años, también las mozas

       (dicho popular)

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Las bodegas,

donde siempre se anda a ciegas.

Es ese un lugar bendito

que hendido está bajo tierra,

-a el que bajas despacito

y que a oscuras nunca cierra-

de escalón por escalón,

sin pegar un trompicón

mientras vas pidiendo guerra.

 

En el que la noche duerme,

escondiendo su tristeza,

donde oculta sus pesares

que le sugieren lagares

y en el que el silencio reza.

Este profundo garito

en el que por soplar vino

¡ese alimento divino!

hay quien pierde la cabeza.

 

Típicos de estos lugares

¡los cantares!

¡bálsamos que desperezan!

¡Y ese jarro!

¡tan sencillo!

ese objeto rimbombante

hecho de un humilde barro

que al hombre vuelve parlante

y al que todos sacan brillo.

 

¡Los cubillos!

redonditos y tan pillos

que aunque hijos son de cubas

su cuerpos llenos de uvas

siempre dispuestos, bailando,

mientras van ronroneando

¡que fresco, mejor, qué frio!

¡me produces desvario!

 

¡y ese porrón!

¡de cristal,

de pitorro empitonado

¡tan pícaro, tan salado!

que viene bailando al son

de los que allí están tocando.

¡Catacumbas

del dios Baco!

que guardais tantos secretos

¡sordomudas como tumbas!

donde las penas yo aplaco,

tu eres mi lugar de asueto.

 

¡oh cercera!

¡esa nariz de primera!

único respiradero

de ti olvidarme no quiero.

al subir las escaleras

que èsta si que es una cruz,

-¡cuidado que me mareo!

no sé si estoy bien, no veo-

no encuentro ninguna luz,

y no percibo al trasluz

\"ni pa dentro, ni pa fuera\".