luis augusto romantico

lecho

Adulterando la picares de las horas,

Cayó  en pasaje eterno,

Y se cerraron aquellos ojos,

Con llanto en los que viven,

Con repudio al Dios bueno.

 

Y habitada estaba la casa,

En que padecía, (ya por días)

El insomnio lento,

Ningún llanto fue enjuagado,

Todo era vanidad sin consuelo.

 

Y a aquel balcón,

Unos llorando,

Los niños jugando salieron,

Y los que al polvo vuelven,

Ya no estaban consigo,

Sino un pedazo de cuerpo.

 

(Ataviado me estimé a preguntar,

Cuán solos se encuentran ellos?,

En que vaga ebriedad del tiempo?,

Que sola es la soledad del féretro!)

 

Tristemente en el cielo se veían,

Opacarse los colores de un velo,

Y caminado junto al carruaje negro,

Se veía la última vez a alguien,

Que se promete ver en “el día postrero”

 

El día su telón bajó,

Y con prisa la noche oscureció el templo,

Y un fugaz llamero,

De a ratos deslumbraba la palidez del cuerpo.

Que sola es la soledad del féretro!

 

Entre llanto, pereza y sabios rezos,

La madrugada llegaba en lágrimas de desespero,

Y mujeres allí sentadas,

Con lágrimas oscuras,

Manchaban su pañuelo.

 

“Era hora de partir,

En el triste adiós de nunca vernos”

Pronunció una voz desde adentro,

Y  pocas palabras era de decir mi boca,

Callada ante el muerto.

Entonces allí pensando dije:

“Que sola es la soledad del féretro!”

 

 

Luis Augusto 2014-10-15