Mirarte, solo mirarte
con el corazón del ojo
con éste cuerpo derritiéndose;
y no en páginas oscurecidas
ni en copias de ti
en miles de rostros
Hablarte, solo hablarte
con el pecho de la lengua,
briosa espada sonora
en el torbellino de tu oído
partiendo ritmos, compases,
temores de antes
Tocarte, solo tocarte
con la mirada de la piel
caricia de brasa a la nieve;
y entonces,
saberme aire viajero en la flor,
fluidez de agua en la ribera
y saberte oscuridad, luz, carne…