Cada época tuvo su rosa, su música y alegría
las veces en que bajaba por la calle de la cuesta
por las noches: escorpión en el cielo
Antares, en medio de la cabeza imaginada
alzaba el dedo y dibujaba la constelación
las chispas casi eternas a millones de años luz.
Y hubo veces en que los días sabían a algo
que no puedo expresar en palabras
algo parecido a la miel y las lágrimas:
triquiñuelas en los parques, ocasos encendidos
tal vez distancias y recuerdos.
Otras veces disfrutaba del humo del patio
de la casa paterna, las alcachofas casi listas
cosechadas del huerto junto a la casa
la parra en las que colgaba un futuro vino
para los pájaros errantes y la gravedad
siempre recogí las flores y casi he olvidado las penas
nada es eterno, solo la sinuosa levedad del tiempo.