El señor ratón
bajó a ver a la rata
que se hallaba con la gata de ese alegre callejón
ambos hablaban de la vida
que en ese momento estaba muy barata
y de toda la dulce armonía que reinaba en la población.
Por ahí pasó un perro
uniéndose a la conversa
y a continuación se habló de la fuerza que posee la oración
los tres estaban de acuerdo
de lo cruel que era la guerra
y concordaban en que la miseria era la ira de Dios.
El señor ratón sonrió
dirigiéndose a la alacena
para proveerse de un poco sal y una porción de arroz
y seguramente algún otro manjar
para una deliciosa cena
y luego dormirse una siesta en el corredor.
El señor ratón iba contento
su vida estaba plena
y en ese momento tan celestial
cometió un grave error
piso una poderosa trampa
tendida por la señora Elena
y nunca pudo llegar al comedor.