Yo conozco las estrellas...,
tan anegadas de brillo.
También conozco las nubes,
teñidas por el sol rubio...
Pero... ¿qué importa, mujer?
si yo aún más que al estío
prefiero a tus claros ojos,
tan febriles y tan cálidos,
clavados como saetas
en los míos que son híbridos...
Yo quisiera percibir
tu perfume tan incógnito;
que ignoro su dulce aroma,
...mas debe ser un delirio.
Quisiera tañer tu piel...;
yo quedaría aturdido,
por cruzar las lisas dunas
y matorrales excéntricos
del desierto de vida en
tu piel, sólo por intrépido.
Quiero quemarme con un
beso ardiente de pasión,
y al mismo ritmo yo estar
ciñendo con mucho júbilo
tu cintura tan liviana.
Tú, mi más preciado premio,
en el río de tu esencia,
quiero quedar sucumbido.