Los que abrazan plantaron seguramente alguna vez un árbol, prenden soles a las sombras, les crecen los ojos por llorar de frente, atan sus monstruos. Se aturden a veces, pero no a otros, se aturden con el propio silencio cuando ahoga. Por la espalda nada, solo música y paciencia, ensanchan las ganas, ensanchan el camino, combaten los espejos transeúntes, desarman cuchillos, y tiemblan o se empapan frente a la esperanza y desesperanza con el mismo amor.