Al borde de mi sed, hay muchas aguas,
que vuelan por mis ojos como cuervos,
sin piedad holocaustan mis dos siervos
entre tus magos del averno y, fraguas
salvajes, ¡pobre de todos mis verbos!.
Cuentan que los silencios caen al fin
de todo endecho; y mas ¡quién lo sufre
y, grita!, en sus prisiones llueve azufre,
¡alma mía callad!, silencio ruin
que apuñala, ¡silencio!. Oye el adufre.
Pasa la vida como un gran profeta,
y, haciendo vida en dioico se flagela,
y, se llena de días sin mas vela
de quimera, por una nube escueta
Pasa la vida, paso yo aunque duela.
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John Morales Arriola.