nelida anderson parini

LUNA DE MIEL.

Tierna luna de cajeta

roza el monte algodonoso

quien de dulzuras goloso

besa a la esfera coqueta.

En aquella noche inquieta

de horizonte azul marino

el mismo cielo convino

titilando sus bondades,

en dotar de inmensidades

a aquel contacto divino.

 

Sobre el manto azucarado

las sonrientes estrellitas

relamían las gotitas

de gusto acaramelado.

Por ternuras confitado

fluyó el ósculo amoroso

que con roce jubiloso

alegrías repartía

y a la luna derretía

sobre el monte esplendoroso.

 

Ya de mieles se vestía

el encantador follaje

aferrando a su ramaje

el mimo que recibía.

La compleja asimetría

perfilaba intenso abrazo

y extendía en el regazo

la finísima mantilla

que con gozo y maravilla

se escurría de entre el brazo.

 

Y yo desde la distancia

con embeleso veía

cómo aquel astro vertía

encantos con elegancia.

En mi alma toda sustancia

en belleza se gloriaba,

mientras el ojo manaba

bullente en consternación,

exhortando la emoción

que el sentimiento albergaba.

 

De repente aquel cobijo

infinito en bendiciones

colmaba mis percepciones

de profundo regocijo.

Y mi espíritu bendijo

toda aquella perfección,

en cuya revelación

extasiado e inocente,

palpitaba mí consciente

con total admiración.

 

Hay belleza que sorprende

que emociona y magnifica

belleza que ratifica

grandeza que no se entiende.

Cuando el paisaje desprende

mil ternuras en el cielo

el corazón alza en vuelo

gozando de interior calma

y alegre recibe el alma

luz de esplendor y consuelo.

 

En un lienzo sin igual

pinta sus obras natura

en el suelo o en la altura

se brinda en forma casual.

Con su talento plural

a ninguno discrimina,

en tanto que nos conmina

nuestro planeta cuidar.

Deber nuestro es resguardar

la obra maestra y divina.