Diego Lithsun

Pasado...

Las farolas de la ciudad nos iluminaban con su aura amarillenta, como si nos quisieran bañar con esa nostalgia propia de cada ciudad, esa que te trae los recuerdos de tu niñez, cuando vivías despreocupado y sin miedo, y sin embargo, también nos encontrábamos a medio camino de recuerdos actuales, que estábamos construyendo en ese mismo momento.

El calor sofocante de una noche de verano, la gente sentada afuera, en los portales mientras conversaban de cosas sin sentido para nosotros, y esa sensación de que el tiempo se detenía en ese mismo instante, fue así, fue entonces, fue pasado y fue presente, fueron nuestra forma de luchar contra el tiempo, de escapar de sus garras. Y es por eso que todavía sigo yendo a esos lugares, a buscar esas farolas amarillas, esos portales ya vacíos, pero en mi corazón, en lo mas profundo de mi ser, en ese fragmento que jamas podrá ser corrompido, todavía nos encontramos bajo aquellas farolas, hablando de porque el amor tenía que ser tan complicado, porque tenía que ser tan doloroso, y porque simplemente no nos quedábamos allí, nosotros dos, en silencio, abrazados, mientras el mundo se desvanecía a nuestro alrededor...

Y cada noche de verano, de aquel Febrero, vuelven a mi todos esos recuerdos, como si fuera un dolor de rodilla de una herida jugando al fútbol, es puntual, precisa y certera, pero ya no duele, no, dejó de doler hace muchos años, cuando mi pelo todavía era castaño claro y las canas eran solo leyendas en el cabello de otros. No, no es tristeza, tampoco desconsuelo, simplemente es alegría, porque estoy seguro, de que tanto ella como yo, en esos meses, vivimos miles de eternidades, y nuestro amor no duró una vida, duró varias...