jose antonio hernandez r.

ELLA NO PASABA

Se había convertido en una rutina. Todos los días, de lunes a viernes, a las 7:30 a.m., él se asomaba por su ventana y ella pasaba rumbo al colegio. El la miraba y sonreía, ella agitaba su mano en señal de saludo, y también sonreía. Todos los días, el mismo ritual, miraba el reloj de pared, las 7:30 a.m.; él se asomaba por la ventana, ella pasaba, le sonreía y lo saludaba, de lunes a viernes. Ese día, él miro el reloj, eran exactamente las 7:30 a.m., rápidamente se asomó por la ventana y ella no pasaba, ni le saludaba, ni le sonreía. Eran las 7:31 a.m., y ella, aún no pasaba; las 7:32 a.m., y no pasaba. 7:33 a.m., y no pasaba. 7:34 a.m., y ella no pasaba. Él estaba desesperado, a cada momento se enfurecía más y más. No resistió más, miro el reloj, y a la par del reloj, pudo ver el calendario: Fecha 22 de mayo. Era día sábado.

José Antonio Hernández R.

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