Llueve intensamente,
las nubes se desgranan
sobre las cuestas de esta ciudad
de escaleras y balcones marineros,
corre por las bajadas como perseguida
por entes y espectros infernales.
Sonora voz del trueno va despertando
la noche entumecida .
Llueve, llueve…
llueve sordamente,
el cielo parece una gruesa dama
pariendo un enjambre de diamantes
que corren a sumergirse bajo tierra.
Acecha gatos, derriba muros,
hiriendo laderas
desnuda la indignidad del vecindario,
cerro arriba un amasijo de piedras y fonolas
huyen del relámpago certero.
Llueve como un llanto furioso
y en mi…se anega el viejo barro,
pacto de soledad y de tinieblas.
Llueve desde adentro;
cuando la niñez gotea en las tejuelas del lejano alero,
¡Goterones del sur, alhajas radiantes!
guardando en sus pequeñas campanas,
memoria, raíz, senderos de salmueras antiguas
reclamando mis mejillas.
Llueve a intervalos,
la luna viene a lavar sus blancas sábanas
a mis charcos dolorosos,
deambula la noche
como una abeja huérfana de colmenas,
huye a esconderse entre sus paños.
En esta noche tiznada de recuerdos,
qué lejos han quedado
el brocal de la noria
y su rito laico de agua en el tiesto,
el rechinar oscuro de las carretas
ya no danza en la espesa polvareda.
¡La aldaba de esos días, es una mano extraña!
El cielo de mi tierra puro y sereno,
he cambiado por un velo de sal sobre el océano.
En esta noche tan mía…soy apenas
un antiguo galeón encallado en las tinieblas.
Alejandrina