Allá... en el mágico inicio de mi vida...
escuchaba el latir de tu corazón,
melodía dulcemente repetida,
impulsando la sangre hacia mi interior.
No fue fácil recorrer aquel sendero
para habitar aquel místico universo...
luchamos juntas esa primer batalla,
sólo un milagro de amor marcó el comienzo.
Era tu vientre el mundo nuevo a explorar,
cuando mis manos palpaban tu cintura,
eras aquel universo a descubrir
Hecho de océanos, montes y llanuras.
Y fue llegando el sonido de tu voz,
arrullando el sueño con una canción,
traspasando el silencio, una que otra tarde
con aquellas tristes historias de amor.
Más debí salir, un poco antes de tiempo,
¿fue Dios, el destino, la vida o la muerte?
Pero logramos ganar otra batalla,
¿Quién aseguró que no éramos tan fuertes?
Yo sé que imaginas que ahora te olvido...
piensas que otras cosas ocupan mi mente,
yo quiero decirte que vives conmigo,
que en cada célula siempre estás presente.
Como en cada palabra, en cada mirada,
en un simple ademán o el más simple gesto,
como en una sonrisa o en aquella lágrima,
como en cada sueño y en cada recuerdo.
Quiero decirte cuánto te necesito,
que quisiera brindarte un montón de tiempo,
para que juntas podamos compartirlo...
y cada día se escapa entre mis dedos.
Que pasan las cosas, que pasan los años,
que pasa la vida, que yo voy y vengo...
recorro caminos y nunca menciono
cuánto es que “te extraño”... cuánto es que “te quiero”.
Sé que estás enferma, sé que estás cansada,
pero, por favor... ¡no te des por vencida!
luchemos juntas, ganemos la batalla...
como esa vez, al comienzo de mi vida.
Y tal vez podamos desafiar la lógica,
¿Por qué no burlarnos también del destino?
No me abandones, mamá, que yo te juro...
que eternamente estarás aquí conmigo.
Aunque en ciertas cosas no nos parecemos
y en algunas otras nunca coincidimos,
llevo la herencia de tu sangre en mi cuerpo
¡Y un soplo de tu alma en mi alma está prendido!