Yo la amaba más que a todo,
y todo se lo entregué,
mi vida se hizo suspiro,
mi obsesión era su piel.
Yo salía del trabajo
y mi anhelo me llevaba
hasta donde ella estuviera
pues era dueña de mi alma.
Era viernes lo recuerdo,
salí un poco más temprano,
fui a su casa presuroso
para después ir al campo.
¡Oh infortunado destino!,
pues con otro la encontré;
con un deslumbrante acero
maté lo que más yo amé.
Mi rencor fue el asesino
mató a quien me traicionó,
al ser que arrancó mi vida
y al torpe que más la amó...