Se acerca despacito, dudando y en silencio
como si tuviera vergüenza, o tal vez miedo.
Se para a mis espaldas, me roza con su mano
apenas lo percibo, eludo su presencia.
Refugiada en recuerdos, me niego a recibirlo
él percibe mi odio, parece que se asusta...
se aleja, retrocede, oculto en el silencio.
Me ovillo en el silencio de las horas vividas,
me acurruco en la pena nostálgica y serena,
por un amor para siempre perdido.
Entonces, él regresa, resuelto, convencido,
temblorosa su mano apoya en mi cabeza
su aliento es miel de mi ternuras.
Cierro los ojos, respiro y me refugio,
desamparada ya, desnuda de nostalgias,
en brazos del amoroso amparo del olvido.