De pronto el corazón, con ansia extrema
Mezclada a un tiempo de placer y espanto,
Latió, mientras su labio murmuraba:
\"¡No, los muertos no vuelven de sus antros!
(la canción que oyó en sueños el viejo)
Rosalía de Castro
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Yo conozco un lugar donde las gentes se reunen
para rumiarse cuitas, contando chiribitas.
Van glosando sus vidas, historias y presumen.
Lanzan brindis al sol,
jugando de farol.
Tranquilo es y coqueto del hueco en la placita.
donde imaginan y añoran, siempre a la misma hora,
algo que no ha de volver a sus vidas marchitas.
Ríen, hacen alarde
hasta caer la tarde.
Ensimismados tienen la testa entre las manos
soñando con placeres que de hombres y mujeres
ya casi no se acuerdan o suenan muy lejanos.
Solean, rien y viven,
comentan, sobreviven.
Llevan niebla en sus ojos cansados desde niños,
- estirando la vida, jugando una partida-
sumando aditamentos y de experiencia aliños,
Siembran de, sus reuniones,
cachavas y bastones-.
Henchidos de nostalgias, vacíos de ilusiones,
tienen hombros cansados, por esfuerzos pasados,
dañadas emociones, gastados corazones.
No se sabe si oran,
suspiran o si lloran.
Alli un mañana osado juega junto al pasado,
-en tanto que unos tosen, los otros se descosen-
vigilando a ladrones que su amor han sisado.
Juegan, matan el tiempo,
llenando un pasatiempo.
Esos seres humanos, de semblantes añejos,
con espaldas hundidas y miradas perdidas
ya no tienen futuro solo tienen consejos,
de repliegues, patosos,
añosos, son los viejos.