Managua, 21 de octubre, 2014
Otro día comienza y la rutina de siempre la siento pesada sobre mis hombros.
Me baño, me visto, desayuno –si hay- , sino, un café es suficiente.
Ya no dispongo ni de un buen empleo y mi gente requiere de las necesidades más básicas, entonces pienso:
“Es verdaderamente egoísta de mi parte seguir con esta mi insistencia de escribir, escribir y escribir por todo”
Si estoy alegre, escribo; si estoy triste, escribo; si siento dolor, escribo; si siento alivio, escribo.
Pero, este afán de escribir no me está llevando a ningún lado, no pone comida sobre la mesa.
Este afán de escribir no paga la universidad de mi hija menor, ni compra su ropa, ni las medicinas, ni su recreación; menos la mía, ni mi ropa, mi comida, mis medicinas –que a medida que pasan los años son más-
Este afán de escribir no me está llevando a ningún lado: No puedo agregarla a mi hoja de vida, si me preguntan: ¿Cuál es la mejor de sus cualidades? No puedo responder, “hacer poesía”.
Si me preguntan: ¿Qué es lo que más le apasiona en su vida? No puedo responder, “hacer poesía”.
Y la rutina sobre mis hombros me va cansando, hastiando y va creando en mí, ese desierto del que ayer les hablé y eran gritos que nadie escuchó. Desierto que a más de uno o una exasperó.
¿Quién no ha tenido momentos de desierto? ¿Quién no se ha preguntado algún día: Para qué hago poesía?
Levantarse, prepararse, trabajar en lo que se pueda, te guste o no lo que haces y las horas transcurridas, son lápida que te sepulta día a día.
Por la noche, llegar a casa, más pesado que ayer, más pesado que anoche, más pesado cada día y luego a dormir, para luego despertarse, levantarse, prepararse, trabajar en lo que se pueda, te guste o no lo que haces y las horas transcurridas, son lápida que te sepulta día a día.
¡Y luego me reclaman porque tengo sequía!
¡Por eso, por eso me voy de Poemas del Alma!
Hija: ¡Papá, papá! ¡Qué te pasa! ¡Despiértate!
José: ¿Qué pasó?
Hija: Te quejabas en la cama y decías cosas raras.
José: Es que soñé que perdía mi alma, que de mi cuerpo se iba.
Pero, ahora que desperté, el alma regresa a mi vida.
José: Tráeme papel y lápiz
Hija: ¿Para qué papá?
José: Quiero escribir poesía.