Oda de pájaros
Si eres pájaro, eres pájaro, eres pájaro,
tienes la cruz de tanta luz entre los ojos
y el canto de la tierra en tus caudales
de vuelos, de raíz, de cielos libres.
Tú vuelas, volarás, tu vuelo es cántico
como el del porvenir en la hora oscura,
como el humo en la sal de los incendios
y su traje tatuado de chispas y luceros.
Pájaro tú, pájaro, traficas
con tanta libertad como tus plumas,
con tanta miel como tus patas imantadas,
con tanto amor como el disparo de tus flechas.
Tu huevo se abrigó entre ramas verdes,
en piedras sin piedad, con musgo frío,
perenne en la estación de los hambrientos
y de los lobos que, ya impúdicos, lo acechan.
El huevo fue anidado en las ciudades,
los pechos del dolor pusieron rosas
para su terciopelo inmaculado,
y allí durmió, fue un sueño de los hombres,
un pozo de valor en que guardar las epopeyas
de un alto constructor de un nuevo cielo.
Así fue pájaro el hermano, no tan sólo
el de las plumas aguzadas y más albas,
también el labrador de pies de barro
y el herrero que ordena los metales de las torres,
el niño fue aviador de anhelos puros,
la madre veloz pájara del canto,
alondra inmarcesible, águila breve,
dispuesta al resplandor de darlo todo.
Fue pájaro el maestro con sus libros,
el líder con su jaula hecha polvillo,
los ávidos cientistas del progreso
y el pálido mendigo de alas rotas.
La humanidad voló por vez primera
desde que el pecho se abrazó con el cordel del horizonte,
desde entonces es pájaro, eres pájaro y por pájaro
te espera el porvenir de las alturas,
la gracia de las páginas del viento
y en su espiral, el infinito de olas verdes
que fundas con tu plumas color alma y alegría.
Comienzas a pensar que yo estoy loco,
por eso alzas el vuelo, no sea
que yo pretenda en esta jaula cazarte y exhibirte.
Te veo al aire abrir tu ser de pájaro,
tu nido cuidaré, que en cada oliva
ha de crecer el viaje que tus sueños conquistaron.
Quizá también un día yo me emplume,
entonces bailaré contigo en las alturas,
que pájaro serás, cual eres pájaro
y un cielo nos espera, aún atados
por las plumas de la tierra que controla nuestro vuelo.
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