Señora tortuga
¿Porqué está tan seria?
Es que todos dicen
que yo soy muy lenta.
¡Pero bueno!
deje la preocupación.
Es que correr no puedo
me pesa el caparazón.
¡Déjese de eso!
¡usted es diferente!
Quiero ser como ellos
para estar sonriente.
Amiga: ¿Has visto tú
que critiquen al ave porque vuela
a la luciérnaga por su luz
o al caballo por su carrera?
Sí amigo, tienes razón
yo debo estar contenta
de poseer mi caparazón
y de ser muy lenta.
Y así la tortuga
fue feliz,
y llenó de ternura
el bello jardín…
Y este cuento se acabó,
pero lo que más interesa
es que la tortuga se alegró
y dijo adiós a la tristeza.
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Autor: Alejandro J. Díaz Valero
Maracaibo, Venezuela.